Una tarjeta de pago aplazado puede ser una herramienta interesante para acompañar las finanzas personales. Sin embargo, depende del uso que se le dé, también puede ser un problema a futuro en cuanto a costes y comisiones.
Debemos en primer lugar situar qué son y cómo funcionan las tarjetas de pago aplazado, ya que hay modelos diferentes y esto puede dar lugar a confusiones.
¿Qué son las tarjetas de pago aplazado?
Como su propio nombre indica, se trata de tarjetas que permiten el aplazamiento de las cantidades dispuestas a crédito.
Por ejemplo, realizamos una compra a crédito de 1000 $ y podemos aplazar dicha compra o gasto.
Existen diferentes modelos de pago aplazado, entre los que los más habituales son aquellos que no cobren comisiones en un plazo corto de devolución, por ejemplo, un mes, y aquellos que permiten el pago fraccionado.
Y aquí es donde está la gran diferencia. Una tarjeta sin comisiones que permite un aplazamiento de 30 días sobre un pago, es una herramienta muy interesante que, en un momento determinado, puede venir muy bien a la hora de complementar los gastos mensuales.
Sin embargo, si esa misma tarjeta lo que permite es un aplazamiento fraccionado, dicho fraccionamiento tendrá consigo el coste de comisiones. Y estas comisiones son muy elevadas con carácter general.
Es cierto, que, en algunos casos, dependiendo de los plazos elegidos, la amortización puede bajar los tipos de interés ya que, mantiene ofertas o propuestas en ese sentido. Pero, en cualquier caso, no dejará de ser un coste añadido, mensual, y probablemente por encima del coste que supondría un préstamo al consumo del mismo importe que lo financiado.
¿Qué riesgos se corren con las tarjetas de pago fraccionado?
Básicamente se corren dos riesgos notables en el uso de las tarjetas de pago fraccionado.
El primero de ellos es el de incorporar el crédito a nuestras finanzas personales como algo estable. Hay que tener en cuenta que el pago fraccionado permite volver a disponer del dinero que ya se ha pagado. Por ejemplo, si hemos utilizado los 1000 $ que citábamos anteriormente y vemos fraccionado en tres pagos, y ya hemos devuelto dos, volvemos a tener disponible alrededor de 700 $ a crédito.
Si esto se vuelve a solicitar, se entra en una rueda en la cual el crédito está de manera presente en nuestras finanzas, es decir, todos los meses tenemos un gasto de intereses.
El otro riesgo, realmente grave, es el de impago. El efecto que el impago una tarjeta de crédito puede tener en unas finanzas personales es muy grande en primer lugar porque al coste en sí de la deuda y los intereses, se va a sumar la penalización y los intereses de demora, que son muy elevados. Por lo que, con el tiempo, un impago de una tarjeta de crédito genera un efecto de bola de nieve negativa que aumentará de manera monstruosa el coste de la deuda.
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